Conmemoramos el 1 de mayo, Día Mundial de los trabajadores y las trabajadoras.

El origen de esta jornada se remonta al 1 de mayo de 1886, momento en el que el movimiento sindical de Estados Unidos toma fuerza reclamando el fin de las jornadas de 12-18h de trabajo en fábricas, por jornadas de 8h tal y como se había aprobado en 1868.

El sindicato mayoritario, la Federación Americana del Trabajo, motivó distintas huelgas y protestas en Chicago para lograr el cumplimiento de la normativa y, aunque muchas empresas cumplieron la jornada, no todas accedieron, por lo que comenzaron los paros.

Las huelgas enfrentaron a policía y huelguistas provocando víctimas mortales, primeramente en la sección obrera, ya que la policía abrió fuego contra manifestantes. Estos respondieron con un artefacto explosivo que afectó al sector policial, que volvió a responder abriendo fuego contra los y las manifestantes.

Se condenó a pena de muerte, cadena perpetua y 15 años de trabajo forzoso a cinco sindicalistas. Tras las ejecuciones, se pudo demostrar la falsedad del proceso judicial. En memoria de estos hechos, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional en 1886 declaró el 1 de mayo como el Día Internacional de los trabajadores.

Desde la fecha se celebra también en el territorio Español, con diferencias entre socialistas y anarquistas, pausándose intermitentemente durante la dictadura.

En 1978, ya en Democracia, se participó masivamente en la manifestación del 1º de mayo por la libertad sindical, la creación de un Estatuto de los Trabajadores, la regulación de las Secciones Sindicales en las empresas, la Regulación de la Negociación Colectiva y el Derecho de Huelga, entre otros. Además, en esta fecha se reivindicaron medidas eficaces contra el paro y contra la subida de los precios.

Otro dato para reflexionar es la omisión de las mujeres en la historia del 1 de mayo y el surgimiento de un día específico, el 8 de marzo, día internacional que sería desde entonces “de la mujer trabajadora”. En este sentido, destacamos la marcha de más de 15.000 mujeres en Nueva York en 1905 pidiendo una jornada laboral justa, condiciones laborales, mejores salarios y derecho a votar. En 1911, ya en otros países europeos, además del derecho de voto y de ocupar cargos públicos, se exigió entonces el derecho al trabajo de las mujeres, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

Tras distintas crisis, avances y retrocesos seguimos reclamando la calidad y estabilidad en el empleo con políticas públicas eficaces para salir de la cronicidad en desempleo juvenil y precariedad generalizada que afecta sobre todo a mujeres, jóvenes y mayores de 50 años. Todo ello, sin olvidar la necesidad de medidas de conciliación reales, para que tanto hombres como mujeres puedan realizar labores de cuidado y compatibilizarlo con una carrera profesional. No olvidemos, que las mujeres han realizado históricamente las labores de cuidado y que hoy día, a pesar de determinados avances en igualdad formal, sigue existiendo una doble jornada para las mujeres y peores condiciones, además de la brecha salarial.

El empleo no es un condicionante para la dignidad de la persona; no obstante, en nuestro sistema, el empleo es básico para nuestra subsistencia. Requerimos que sea estable, de calidad, con una remuneración digna y permita desarrollarnos en otras muchas facetas.

Actualmente, las condiciones de trabajo de las profesionales del Trabajo Social no son ni de lejos las deseables para una intervención social exitosa. La falta de personal, las ratios imposibles, la falta de estabilidad laboral y la excesiva temporalidad en los puestos de trabajo, la burocratización de la intervención social, junto a la externalización de algunos de los servicios y la ausencia de políticas sociales integrales que permitan dar respuestas inmediatas a los problemas de las personas que acuden a los servicios, hacen que hoy, ejercer el Trabajo Social, sea casi una profesión de riesgo.

Por ello, este 1 de mayo estaremos en las múltiples convocatorias a la movilización social para defender mejores condiciones para el desempeño de nuestra labor y en general para las condiciones de vida de la clase trabajadora.